martes, 15 de noviembre de 2022

Salta salta pequeña langosta


¡Había que saltar! ¡Y todos debían saltar! ... Saltar para ser de María…

Efectivamente: había una vez una congregación religiosa que, de a poquito, se había ido transformando, cada vez más… en un gran grupo de saltarines boy scouts.

No era lo único en lo que había devenido dicha congregación otrora tradicional y seria. Además, -como muchas otras en la actualidad-, se había mundanizado llamativamente, concediendo a sus miembros el uso de telefonitos celulares, con sus accesos a las distintas y muy actuales redes sociales. Estaba la monjita que poseía uno, y que publicaba chismes en su “estado” de WhatsApp. No faltaba la otra que lo miraba con una inmediatez nunca antes vista, e incluso en horarios destinados a otras actividades más santas, y lo comentaba. Otro tanto, por supuesto, sucedía con los varones. Ya se habían modernizado lo suficiente, y lejos quedaban los tiempos en los que se recomendaba una prudente distancia entre los sexos.

Pero el fenómeno del infantilismo había llamado especialmente la atención en un "viaje-peregrinación", (exclusiva, por supuesto, para sólo algunos) … (y financiada no sabemos con cuáles fondos y cuentas “en la oscuridad”), cuando al final de una ceremonia religiosa, todavía con los ornamentos para la formal ocasión, se entonó un canto muy de campamento para niños, y muy distinto a cualquier himno que uno podría imaginarse. El cantito pedía a los gritos las letras de la palabra “María”, dirigido por uno de ellos que los lideraba, y terminaba con una simple consigna: “el que no salta no es de María”.

La incómoda situación no duró mucho tiempo… Quizás, máximo, un minuto, dos minutos… Pero fue suficiente para que algunos de los religiosos se sintiesen claramente molestos.

La realidad es que el video que registró dicho bochorno institucional no muestra a los dos muchachos de los que hoy queremos contarles: Antonio Contreras y Felipe Gordillo.

En efecto: sólo Antonio y Felipe… no saltaron.

¡Escándalo! ¿Cómo no saltar? Eso denotaba un clarísimo “mal espíritu” …

Pero las razones por las que no lo hicieron fueron bien distintas: uno porque no podía, y el otro porque no quería.

Ya se imaginarán qué hizo Gordillo: con su pesado cuerpo y sus rodillas cansadas, se abstuvo de los ridículos saltitos que para nada le ayudaban y mucho menos cambiarían su devoción a María.

Contreras, por el contrario, se encargó de hacer la contra, y no quiso saltar. ¿Por qué?... Pues, porque no quiso. Y además de no querer hacer el ridículo una vez más en dicha congregación boy scouter, estaba convencido de que, para ser de María, no era necesario “saltar”. Con tan simple razonamiento se abstuvo manifiestamente de formar parte del numeroso grupo mixto, curas y monjas, que repetían a los gritos, cual otros niños de campamento, las alocadas consignas de un arengador de circo.

La historia, como les digo, no duró mucho. Pero el arengador de circo, al notar el “mal espíritu” de Antonio Contreras, se acercó a donde se encontraba, en las primeras filas, y le gritó sin mucho disimulo, agitando sus brazos de arriba abajo: “¡el que no salta no es de María!” …

A Gordillo lo dejaron tranquilo porque, aparte de la evidente excusa, no era de los que andaban disintiendo del espíritu de la “Congre”. Pero a Contreras no lo perdonaron. Se lo fichó nuevamente como “peligroso”, “mal espíritu”, “juicio propio”, y se desaconsejó que las religiosas se confesasen o hablasen con él.

Antonio Contreras (que jamás existió), se sintió tranquilo de conciencia al reafirmarse en la convicción de que, para ser devoto de la Virgen María, no es necesario andar saltando como langostas.

 

 

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