sábado, 12 de noviembre de 2022

Dando explicaciones


Algo se debía decir… Alguna explicación había que dar… al menos para acallar a los cada vez más y más “preguntones” que iban apareciendo.

A los muchachos directamente no se les había contado nada: era lo mejor. Pero tarde o temprano se enterarían, y lo mismo las religiosas, que por más que se las creían controlar, ahora, con los medios de comunicación actuales, ya parecía una empresa imposible.

Y claro: las noticias eran demasiado públicas. Conocidos noticieros del mundo, y ni hablar del “blog” … Sí: ese mismo blog que tanto revuelo había provocado: todos ellos hablaban del Padre Volador, del intocable e “intachable” Padre Volador. Se trataba del fundador de una congregación religiosa en la mira de la jerarquía católica, desde sus mismos inicios.

Pero no sólo preguntaban acerca del Padre Volador… También los mismos miembros de dicha congregación le preguntaban a los mismos superiores, sobre una carta enviada al mismo superior general, que según se decía, ya no lo era más, y se había portado mal.

Por lo tanto, las inquietudes de algunas religiosas, las menos informadas y las más interesadas, eran, como mínimo, alarmantes, molestas, insistentes y problemáticas. Algo debían responderles.

Llegó la hermana Azucena (que ocupaba un cargo bastante elevado, y le gustaba) al cuarto del Padre De la Vega, quien también ostentaba una alta jerarquía dentro de la orden. Azucena tenía que responder a sus subordinadas religiosas, y el Padre De la Vega sería quien le proporcionara algunas bien pulidas explicaciones para que se lleve a su casa.

-Pasá, Azucena- dijo De la Vega, con su habitual sonrisa (falsa o real, pero muy clara)

-Permiso Padre- la obediente superiora. -Por fin podemos conversar.

Efectivamente, la urgencia de la conversación no había logrado concretar el encuentro, y Azucena hace mucho tiempo que necesitaba las explicaciones para sus hermanas ciegas. No era la congregación de “hermanitas ciegas”, pero muchos ya las conocían con ese epíteto a causa de un extraño fenómeno cada vez más propio de su carisma: videncia selectiva.

-Aprovechemos rápido- continuó el ocupado sacerdote. -Es muy simple: solamente a las que preguntan se les va a informar de todo esto, ¿ok? Nada de andar dando “buenas noches” ni conferencias para todas.

-Por supuesto, Padre. Como venimos haciendo hasta ahora- asintió la madre superiora de una importante área geográfica.

- ¿Qué es lo que les vienen diciendo? ¿Ya les estuvieron diciendo algo a las chicas? - inquirió con aire de preocupación De la Vega.

-No, no… Nada, por ahora. Sólo que jamás hemos hablado del tema en “buenas noches” ni nada por el estilo… Y a las insistentes las estuve reteniendo, prometiéndoles un coloquio personal.

-Perfecto- dijo impávido el sacerdote de la orden. -Entonces escuchá bien: lo de la carta del Cardenal es bochornoso, su actitud y su falsa acusación. Es “cualquiera”

- ¿Así les vamos a decir? -preguntó extremadamente ingenua la hermana… ¡flor de Azucena!

- ¡No, querida! No. Escucháme primero. A las superioras reunílas una por una, en privado, y les decís que les digan a las súbditas, sólo si preguntan, que digan que todo es injusto. Porque el Cardenal no lo puede corregir al Padre Sobrino así, en público. Además, Sobrino nunca se presentó como superior general: eso es mentira. Tiene todo el derecho de regalar cuadros o imágenes a quien quiera, cuando quiera. ¿Qué se cree el cardenal? ¿Te imaginás tener que pedirle permiso hasta para ir al baño? - terminó sarcástico el sacerdote, que en verdad la expresión que usó no fue exactamente esa.

-Entiendo- asintió rápidamente y con un dejo de pudor la madre superiora. – La verdad que no tiene derecho ese desgraciado…

-Un desastre- concluyó simplista el encargado de las chicas. -Pero vos no hables mal. Con respeto, obviamente, les decís a las que pregunten, y sobre todo a las influyentes, ¿entendés?, que el Cardenal no está obrando bien, y que esta persecución es una gracia de Dios que el mismo Padre Volador pidió para crecer en santidad.

La misma historia de siempre se había vuelto a publicar. La superiora regresó de Roma satisfecha, con la tranquilidad de conciencia de estar obedeciendo y pasando el mensaje exacto y correcto a toda la comunidad de videntes selectivas.

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