viernes, 9 de septiembre de 2022

Los “riesgos” de la aldea


Había ciertos escritos que los jefes de la aldea se habían empeñado en eliminar de la vista y del alcance de cualquier aldeano. Sobre todo, de un autor en particular que, habiendo sido muy elogiado y usado en otros tiempos, en las circunstancias actuales, no debía ser usado, porque lo sería en su contra. Temas que no convenía tratar. La institución, -no se debía olvidar-, "siempre por encima de todo".

Y este tipo de escritos, eran como mínimo, peligrosos para la causa.

Ahora se sumaba uno nuevo… nuevo para los que se venían a enterar recién ahora de su existencia. Se trataba de un nuevo “riesgo”.

Los controladores del pensamiento ya lo conocían, y ya lo habían adjetivado con un término por demás elocuente: “diabólico”. A los que no conocían la etimología del vocablo, ya los asustaba, y a los que sí, se la recordaban diciendo: “lo único que hace es dividir”.

Claro. Las aguas de dividirían si todos lo leyesen. Y eso no convenía.

Los jefes habían logrado disuadir a algunas religiosas demasiado entrometidas. Habían logrado que no se pregunte por dicha publicación, que, para colmo, la autoría poseía verdadera autoridad: un jefe como ellos, pero de una orden de suma y estricta observancia.

Habían logrado que ningún ejemplar circulase, al menos, en formato físico. Los demás formatos que eran definitivamente más escurridizos, se encontraban, de todos modos, bajo su control, (eso pensaban). 

Evitaban con todos los recursos, oratorios, espirituales, teológicos e incluso psicológicos, que se envíe el inoportuno PDF que, a través de innumerables dispositivos electrónicos, podía girar y “viralizarse” … Y lo peor era el descontrol que empezaba a generar el blog que lo promocionaba.

“¿Qué le pasa al loquito? (era el nuevo apodo con el que designaban al muchacho, ahora innombrable); ¿qué se cree? No lo lee ni el gato, y sigue publicando todos los días. Qué estúpido.”

Era lo mínimo y más suavecito que se le decía, al menos, en voz alta. Lo tenían bajo la mira.

Afirmaban con disimulado temor que no les interesaba el blog, pero en verdad, parecía todo lo contrario, ya que lo leían, comentaban, y mandaban a comentar. Esta vez, sin embargo, no había que despertar sospechas. Los aldeanos jamás se deberían interesar por el título.

Finalmente decidieron dejar pasar: que se olviden, o, en el peor de los casos, que se vuelva a recurrir al adjetivo designado y elegido por el prolífero escritor de la aldea. Un libro se reemplazaría por otro, y así, si alguien preguntaba, se le entregaría algún fascículo “virtuoso”, de esos que se terminan en pocos minutos, considerados “no diabólicos”, sino sumamente aglutinadores.

Después de todo, en la aldea no se corrían “riesgos”, fuera del ya nombrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Fin de las Fábulas