Lo llamaban “Luisito” … Y escribía con bastante frecuencia. Por eso, para los conocidos, era "el blog de Luisito".
Pocos sabían que, en verdad, el tan temido blog no era suyo, sino de
otras personas que, desde mucho antes, venían escribiendo y aumentando día a
día la audiencia. Ahora, por esta inconveniente aparición en escena del Luisito,
el blog pasaba a robarse su nombre.
El joven escritor ya no era tan joven, y ese diminutivo en verdad ya no
le cabía. Los años habían pasado y la época en que lo identificaban así ya
había quedado bastante atrás.
Sacerdotes, religiosas, maestros, profesores, amigos, padres y madres de
familia lo habían visto crecer al nuevo autor del blog: “El Luisito”.
Muchos de ellos no lo podían creer: de repente, el tan inocente Luisito
se da vuelta y empieza a “atacarnos” …
Se trataba de todo un grupo de gente, muy aficionados a una orden
religiosa joven, que, en vez de detenerse a ver las cosas que el antiguo alumno
hacía notar en su blog, preferían seguir defendiendo la imagen idílica de su fundación
y, sobre todo, de su fundador.
Muchos de los aficionados a la orden decían no interesarles los escritos
del molesto autor, -porque en verdad les molestaba-, y, sin embargo, se
dedicaban a leerlos y comentarlos con llamativa curiosidad.
De ahí que, además de los chismes de pasillo en la “curia” de la orden,
se usara el diminutivo semi cariñoso para comentar en el blog, la mayor parte
de las veces, en contra de su persona. Ya no era sólo en los corredores de la
alta curia: “¿viste que Luisito volvió a publicar más desvaríos?”, sino
también en los espacios de la web: “Luisito, Luisito, ¿por qué atacás una
obra tan buena? ¿no te das cuenta del daño que hacés a las personas y a la
Iglesia? ¿con qué autoridad decís estas cosas?”. Etc. Etc. Etc. Eran los
comentaristas “moderados” que no querían ser censurados de entrada por utilizar
vocabulario no aceptable para Luisito.
Después de todo, había que tratarlo bien. De lo contrario, ya tenían
experiencia de ser cancelados, y no les agradaba la idea de haber perdido
tiempo en tipear un comentario que al final no lo leería nadie. Mejor jugar con
sus reglas.
Una vez más se repitió el chismerío en los pasillos sanrafaelinos:
-Che, de vuelta el “loquillo” sacó otra pavada de las suyas que anda
circulando entre los laicos- avisó Alcahuete a Chupamedias.
-Bah, ¿qué me importa? -le respondía el obsecuente con algo de interés oculto.
- ¿qué pone?
-Nada. Más de lo de siempre: mentiras, indirectas, verdaderas calumnias.
Avisále a Plim Plim si lo ves.
-Ah, pero si Plim Plim seguro que ya lo leyó- dijo con evidente desgano
el Chupamedias.
- ¿Cómo sabés?
-Se fija todos los días a ver si hay alguna entrada nueva en el blog.
Lo marca de cerca.
El Alcahuete se desentendió, pero igualmente quiso ser precavido y
alertar: -Pero mirá que ya están preguntando los laicos, muchas monjas y
familias. Dicen que hagan algo, que expliquen o que desmientan las acusaciones…
El miedo de Alcahuete se olía a la distancia.
-Quedáte tranqui, hermano- le palmeó la espalda el grandote Chupamedias.
-Plim Plim lo tiene controlado. Le compete a él: vos quédate en el molde.
La conversación fue esa: un circunloquio verbal ya conocido. Se trataba,
después de todo, de un artículo más del “blog de Luisito”